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viernes, 9 de mayo de 2008

HERENCIA EDUCATIVA DEL HNO.GABRIEL.ENZO BIEMMI

La herencia educativa del Hemano Gabriel Taborin:
cristianos y ciudadanos

1. ¿Una originalidad educativa?

El tema de reflexión de este Congreso es una fuerte invitación a cultivar dos atenciones fundamentales: mirar con simpatía a estos jóvenes que a menudo nos sorprenden y nos desorientan, y mantener siempre con ellos una relación educativa, de modo que no queden abandonados a ellos mismos.
¿Podemos encontrar hoy en el carisma del Hermano Gabriel Taborin una confirmación y un aliento para nuestra tarea educativa, con estos jóvenes?

El Hemano Gabriel es un hombre del siglo XIX francés. No es por lo tanto cuestión de buscar en él ni en los primeros Hermanos alguna innovación pedagógica o didáctica en el campo de la escuela y más ampliamente en el terreno educativo. Las escuelas de los Hermanos de la Sagrada Familia adoptaron los métodos y las didácticas previstas por los reglamentos escolares franceses de aquel momento. Y ésto es lo que siempre han hecho los Hermanos, en cualquier nación y cultura en que se hayan situado después. El carisma educativo Sa-Fa no tiene una especificidad con respecto de los métodos y a la didáctica. Asume los que existen en una determinada cultura, con el compromiso de mantenerse actualizado, sacar el máximo provecho del progreso de las ciencias pedagógicas y aportar la propia contribución creativa.

Hay en cambio dos convicciones fundamentales que connotan el carisma educativo Sa-Fa, tal como ha sido vivido por Hemano Gabriel y que han permanecido constantes en toda la tradición de los Hermanos de la Sagrada Familia. Estas dos convicciones constituyen la referencia normativa para nosotros y pueden ofrecer preciosas orientaciones con respecto a cuanto estamos reflexionando en estos días.

a) La "compasión educativa" como forma más alta que humanización y de caridad. El carisma del Hemano Gabriel se coloca dentro de la forma de vida religiosa moderna, que se hitóricamente después de la vida monástica de los primeros siglos y de la forma conventual/mendicante de la edad media. La forma moderna de vida religiosa, iniciada en el siglo XVI y desarrollada a finales del siglo XVIII, y sobre todo en el siglo XIX, con la floración de las nuevas Congregaciones femeninas y masculinas, nace de la constatación de que el progreso industrial y económico está favoreciendo sólo a algunos privilegiados, pero está creando masas de pobres desconocidas hasta aquel momento. La vida religiosa masculina y femenina se pone entonces al servicio de estos pobres y se compromete a trabajar para que no sean excluidos por los beneficios del progreso, y esto en la doble dimensión: física e intelectual. Así nacen las Congregaciones religiosas dedicadas a los hospitales y las que se consagran a la educación. La compasión por estas dos modalidades de pobreza suscita una forma nueva de vida religiosa, y tal compasión se manifiesta en el cuidado del cuerpo y la atención educativa, la salud y la cultura. El Hermano Gabriel se coloca dentro de ese movimiento, experimenta esa compasión y cuida de los jóvenes para que no sean excluidos por la sociedad. No es la pobreza material ni el sufrimiento físico lo que mueven su compasión, sino la pobreza en humanidad. Él cree que el cuidado educativo, que nace de la piedad y de la compasión para con los jóvenes, sea la forma más alta de caridad, la forma que la caridad asume cuando la humanidad de las personas es frágil o está herida.
Así pues, es del evangelio de donde el Hermano Gabriel toma su más profunda motivación educativa. Toda su vida y la de sus Hermanos estará dedicada a los jóvenes, bajo esa forma de amor compasivo y de caridad, que es la educación.

b) La educación como formación de la persona en todas sus dimensiones. Pero hay una segunda convicción fundamental. ¿Qué idea de educación tiene el Hermano Gabriel? No siendo un pedagogo, no ha teorizado nunca sobre la educación, pero ha dejado indicaciones fragmentarias que están muy claras. Una de éstas es la frase que repitió a menudo, una especie de leitmotiv de su proyecto educativo: "formar buenos ciudadanos para la sociedad y santos para el cielo" (Circular de 1861). En su sencillez, esta fórmula dice que para el Hermano Gabriel "educar" significa cuidar de la persona entera, en su totalidad. No es imaginable para el Hermano Gabriel separar la educación humana de la educación religiosa. En esta su ecuación muchos podrían ver a un hombre ya superado, un hombre del siglo XIX, es decir, de una época de cristianidad, en la que el cristiano y el ciudadano coincidían, en el que sociedad civil e iglesia se superponían. Pero ¿qué quiere decir esto en una sociedad posmoderna, totalmente secularizada y celosa de su autonomía? Una primera lectura de esta equiparación entre dimensión educativa humana y dimensión religiosa podría llevar a pensar en un hombre del pasado, nostálgico de una época del Antiguo Régimen, de una cristianidad perdida que ya no volverá. El debate actual sobre la educación está revelando en cambio que la apuesta por una tal concepción educativa es muy alta y actual. Hoy el riesgo más grande en la escuela es el de ceder a la tentación de un tecnicismo educativo, identificando la educación con la formación técnica y tecnológica para insertar las personas en una sociedad dónde la ciencia y la técnica parecen haber adquirido el monopolio de la vida. Pero la ciencia y la técnica no enseñan nada respecto a la vida y a sus cuestiones fundamentales. Corremos así el riesgo en la escuela de formar personas bien equipadas pero pobres en humanidad, faltas de interioridad e incapaces de estar en el mundo con inteligencia, capacidad crítica y sentido de los valores.
El compasión (“pietas”) educativa pide precisamente hoy a los educadores promover la humanidad entera de las personas, de modo que puedan estar el mundo con toda la riqueza de su humanidad. El sueño del Hermano Gabriel de formar a la vez buenos ciudadanos y buenos cristianos deriva de la convicción profunda de que la humanidad en su más alto grado se ha manifestado en el Señor Jesús, y que por lo tanto conducir a las personas a la fe cristiana no las empobrece, no las hace menos libres, ni menos creativas. Al contrario, encontrar al Señor Jesús significa hacer florecer la humanidad de las personas y hacer la convivencia humana más fraterna y más solidaria. La educación cristiana, connotada por el carisma específico del Hermano Gabriel, no es antagonista de la sociedad, sino que está a su servicio como un capital de humanización que preserva a las personas y a las sociedades del empobrecimiento, de la limitación y de la pérdida del sentido profundo de la vida.
Hay por lo tanto una analogía entre el siglo XIX del Hermano Gabriel y la actualidad: en aquél el progreso industrial enriqueció a algunos e hizo pobres a muchos otros; en la actualidad el progreso tecnológico enriquece una dimensión de la persona, pero amenaza con ocupar todo el espacio y dejar intensamente "pobres" a las personas en las dimensiones más profundas de su vida, de su humanidad.
Y aquí encuentra toda su actualidad un proyecto educativo inspirado al carisma del Hermano Gabriel.

2. Algunas actualizaciones del carisma educativo del Hermano Gabriel

En la óptica de estas dos grandes convicciones con respecto a la tarea educativa, podemos indicar algunas consecuencias que actualizan, interpretándolo creativamente, el carisma educativo del Hermano Gabriel y de la tradición Sa-Fa.
Entre las muchas posibles, señalo algunas de ellas que me parecen particularmente urgentes.

1. Establecer una relación educativa basada en la confianza en las personas y en sus potencialidades: "Bajar hasta ellas"

Señalo como primera atención educativa la oferta de una formación que esté basada en la confianza en los jóvenes y se ponga al servicio de sus potencialidades.
A menudo la escuela tiende a establecer con los chicos una relación basada en sus carencias. Estas carencias a menudo son reales, pero si se las toma como punto de partida no serán nunca colmadas. En cambio, es posible partir de una relación positiva, que reconoce, sin ignorar las carencias, la bondad de cada persona, sus capacidades no expresadas, y haciendo palanca sobre ellas se las puede capacitar para mejorías que van más allá de lo que se supone. El Hermano Gabriel decía a los Hermanos: "Para elevar al niño hasta donde uno está, hay que desdender hasta donde él se encuentra” (Introducción a la Gramática francesa).
Por lo tanto, debe ser colocada en este horizonte la opción de no marginar, descuidar o perjudicar a los alumnos menos dotados o portadores de alguna minusvalía. Si la escuela, incluso abandonando la exigencia de alcanzar otros objetivos, no entra en la lógica de la competición y del éxito, sino en la del servicio de las personas, se convierte en un lugar dónde cada uno puede expresarse a partir de lo que es, sin que le sea pedido lo imposible y sin que se sienta “soportado”, sencillamente porque no responde a los estándares prefijados.

2. Ejercer la autoridad como "autorización"
Como segunda atención, en la línea indicada más arriba, debe ser colocada la exigencia de ejercer la autoridad educativa en cuanto promoción de las personas.
El término "autoridad" viene del latín "augere" que significa "aumentar", "hacer crecer". En este sentido, dar prueba de autoridad significa "autorizar", es decir, literalmente, permitir al otro ser "autor" y "actor" de su existencia. Ésta es la autoridad de Jesús; su palabra fue reconocida por sus oyentes no como un poder ejercido sobre de ellos, sino como una fuerza capaz de producir maduración, capaz de "hacer crecer" a cada uno en la libertad. Ejercer la autoridad en cuanto creyentes en el campo educativo, significa interpretarla como un servicio, y por lo tanto evitar cualquier forma de poder sobre las personas.

3. Ayudar a las personas a permanecer siempre en búsqueda
Uno de los objetivos fundamentales de la educación es transmitir a las pesonas el gusto por la búsqueda, entendida como capacidad de mantenerse siempre abiertas el saber. Las actitudes contrarias a esta apertura son: la negligencia par recoger los datos, las interpretaciones prefijadas, la absolutización de un punto de vista sobre los demás, la rigidez mental, la falta de distancia crítica. El espíritu crítico no es otra cosa que la pasión por la verdad, buscada con humildad, asiduidad y rigor, sin pensar poseerla nunca definitivamente. En el fondo se trata de educar a personas conscientes de esta intuición: que la realidad es siempre más rica, más compleja, más generosa y más excelente que cualquierra de sus representaciones.
Está claro que una tal actitud de búsqueda depende del educador y del modo como él se coloca con respecto al saber y a la realidad. Esta conciencia debe ser transmitida, porque es decisiva en la vida. En caso contrario, se forman personas rígidas. Una formación realmente humana es una formación abierta, que da referencias, sin assolutizarlas nunca.
Este gusto por la búsqueda de la verdad no es otra cosa más que un entrenamiento para ver la vida y la realidad entera como un "misterio". La fe cristiana aumenta en nosotros educadores el sentido de la búsqueda y el estupor ante la verdad. Hablamos entre de nosotros del "misterio", que es Dios, ciertamente, pero lo es también la vida, el mundo, las cosas, la historia.

4. Evidenciar el sentidos social y ético de las diferentes materias de estudio.
Una de las razones por las que la escuela es aburrida consiste en el hecho de que los alumnos no perciben suficiencientemente que las diversas materias de estudio tienen algo que ver con las necesidades vitales de las personas y de la sociedad. "Humanizar los saberes" significa hacer constantemente percibir a los jóvenes que todas las ciencias, incluso las ciencias exactas, son ciencias humanas. Todas ellas han sido construidas por los hombres y para el hombre, dentro de un contexto histórico y social determinado. Una de las tareas de los educadores en la escuela es enseñar a los jóvenes a ser conscientes de lo que está en juego en cada saber y en cada sociedad.
Esto comporta la capacidad de despertar en los jóvenes una reflexión crítica sobre las opciones de sociedad, sobre los grandes desafíos de la cultura contemporánea: la lucha por la paz, la distribución equitativa de la riqueza, el sentido del límite en la explotación de los recursos del planeta, los presupuestos de la economía, la relación entre el Norte y el Sur del mundo, el sentido verdadero de la calidad de la vida, el respeto de los derechos humanos, la acogida de los extranjeros…
Esto significa que las diversas materias profanas, también las más técnicas, no pueden dejar de lado las grandes cuestiones filosóficas, ética y religiosas: ¿qué mundo queremos construir? ¿qué tipo de relaciones queremos establecer?

5. Custodiar la esperanza

Señalo por fin un último aspecto que afecta al corazón mismo de la caridad educativa: la capacidad de custodiar la esperanza en los jóvenes, y a menudo mantener la esperanza "en lugar de" de los jóvenes.
Una de las razones principales de la pérdida de confianza por parte de los adultos con respecto a los jóvenes consiste en hacer coincidir sus manifestaciones externas con lo que ellos son y lo que pueden ser realmente. Incluso frente a manifestaciones objetivamente equivocadas, a veces violentas, no raramente provocadoras, como educadores tenemos que evitar el caer en la trampa de decir: "Tú eres malo", es decir, de hacer coincidir una acción con la totalidad de la persona. Si hacemos esto, dejamos de ser educadores y abandonamos a la persona en el error que ha cometido. Custodiar la esperanza en la persona, significa ver lo que ella no es todavía, y por lo tanto poder decir: "Lo que has hecho es equivocado, pero tú eres mucho más y mucho mejor que lo que has hecho". Esta esperanza, a menudo hay que mantenerla reemplazando a los mismos jóvenes, porque ellos tienden a juzgarse a sí mismos con la medida de sus aspectos peores. La esperanza educativa es una profecía: se convierte en el máximo acto de caridad, en cuánto mantiene en la persona la distancia entre lo que es y lo que puede llegar a ser. Los jóvenes necesitan tener delante de sí a educadores que custodian la esperanza en ellos y que son profecía de su futuro.

3. "Hermanos y hermanas" de los jóvenes

Cuánto dicho hasta a ahora, me lleva a intentar sintetizar la figura del educador que emerge del carisma del Hermano Gabriel en tres puntos de tensión, que hay que mantener continuamente.

a) Una primera tensión que la compasión educativa solicita, es mantener una relación asimétrica con los jóvenes, pero manifestando que esta diferencia esta basada en una igual dignidad. La relación educativa, por su naturaleza, si quiere promover al otro otro, tiene que ser ejercida en un registro de asimetría: un profesor/educador no está sobre el mismo plano que un alumno, y mantener esta diferencia es condición necesaria para hacer crecer al otro. No se presta un buen servicio al otro, si se quiere ilusoriamente borrar la diferencia, (como el papá que juega a ser el amigo de su hijo adolescente). Pero tal diferencia es de rol, no de valor. Todos deben percibir que los roles educativos son respetados, y que en el respeto de los diferentes papeles, entran en relación sobre la base de una igual dignidad: la de ser hijos e hijas de Dios.
b) Una segunda tensión concierne la voluntad de "formar", es decir de dar forma, sin por ello plagiar las personas. Un educador no es tal, si no se propone llevar a los jóvenes allí dónde ellos no irían nunca solos, y por lo tanto ejercer sobre de ellos una influencia real. Pero esta influencia tiene un límite: aspira a hacer que los otros sean autónomos y comportará un día la desaparición del propio educador. Cada acción educativa sabe que tiene un término, y sabemos que a menudo una acción educativa cumple su objetivo precisamente en el momento en el que el educador se aparta, desaparece.
c) Una tercera tensión es la que existe entre el dar y el recibir. Está claro que un educador, una educadora, por definición tiene que dar, da todo lo que tienen y lo que es. Pero la relación educativa no es nunca unidireccional: es siempre bidireccional, como toda relación sana. La ciencia nos ha llevado a comprender que también el cordón umbilical es bidireccional: mientras la mamá hace al niño, el niño hace a la madre, lleva a la mujer a convertirse en madre. Los muchachos aprecian a los educadores que dan todo, pero aprecian más y son ayudados sobre todo por los educadores que, además de dar, también saben recibir de ellos. ¿Será quizás equivocado decir que cada uno de nosotros ha crecido más cuándo ha tenido ante de sí personas que han sabido acoger lo que les hemos dado, más que a la inversa?

La relación educativa inspirada en el carisma del Hermano Gabriel debe ser fiel al nombre que él lleva: el de hermano. Se trata de una relación fraterna: ser hermanos y hermanas de los jóvenes y decirles que se los ama, pero también decirles que uno se siente amado por ellos. Es, pues, una relación de recíproca educación: nosotros los educamos a caminar, ellos nos educan a permanecer en camino, a no cerrarnos en nuestros esquemas, a continuar disponibles a las novedades de que ellos son portadores.


4. Generaciones frágiles. ¿Adultos frágiles o compasivos?

"Generaciones frágiles". Ésta es probablemente hoy la definición más compartida para interpretar la generación joven. Son una generación que manifiesta una fragilidad psicológica y cultural quizás hasta hoy nunca conocida. Son psicológicamente frágiles, porque están en una fase de elaboración de sí mismos que los hace expuestos, vulnerables. Son culturalmente frágiles, porque viven dentro de un contexto cultural, la post-modernidad, que tiende a acentuar sus fragilidades, al no proponerles puntos de referencia y perspectivas. Tal fragilidad cultural es más fuerte que sus fragilidades psicológicas.
Dicha fragilidad se manifiesta como "crisis" del futuro: ningún adulto cree ya en un futuro mejor, no hay ya hermosas historias de contar para que los jóvenes activen sus energías. Se manifiesta como "crisis" de autoridad: no hay ya adultos que se atrevan a decirles a los jóvenes: "tienes que hacer esto porque es bueno". A falta de una referencia común, dos son los modos más usuales para educar: la violencia o la seducción. La fragilidad se manifiesta, finalmente, en un "clima de emergencia" y precariedad: “no sabes lo que te sucederá mañana, y por lo tanto lo importante es sobrevivir”.
El carisma educativo del Hermano Gabriel debe ser repensado precisamente en esta situación de fragilidad cultural de las nuevas generaciones. Tal fragilidad suscita de nuevo en nosotros la compasión y la pasión educativa.
Tal fragilidad nos lleva, sobre todo, a interrogarnos a nosotros mismos sobre nuestras fragilidades de adultos. Es, en efecto, un error pensar que la fragilidad sólo connota a los adolescentes. Sus problemas son el espejo de los nuestros: en las nuevas generaciones nosotros podemos leer todas las fragilidades y los incumplimientos de la generación adulta.
La pregunta más importante para quién quiere ser educador, no es por lo tanto, "quiénes son estos jóvenes", sino "qué adultos somos nosotros frente ellos”; “qué tipo de adultos queremos ser ante ellos para poder ser sus padres y sus madres, sus hermanos y sus hermanas”.
En general nosotros no somos para ellos adultos interesantes. Con nuestra vida de adultos a menudo les enviamos un mensaje incoherente. De una parte les decimos: “ustedes tienen que crecer”; de otra mostramos que ser adultos no es hermoso, y que por lo tanto es mejor permanecer siempre adolescentes.
Para ser educadores de estas frágiles generaciones se nos pide hoy un suplemento de humanidad, de autenticidad en nuestra persona, de esperanza. Para tener cuidado de ellos, tenemos que empezar por cuidar de nosotros mismos, ser personas ricas en humanidad y capaces de esperar. Estamos llamados a ofrecerles, en nuestra misma persona, una cultura que sea lugar de humanización para poder decirles: “ustedes tienen una tarea que cumplir para hacer hermosa su vida y la de los demás”.
La compasión educativa por los jóvenes, que se manifiesta en la atención por ellos, nos pide hoy una compasión educativa también hacia nosotros mismos, que se traduce en la atención a nuestras personas de adultos. Podría ser éste un buen tema para un próximo Congreso, para seguir honrando la memoria del Hermano Gabriel y mantener vivo su carisma educativo.

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